15.5.08

La ira contra mi mismo.

La palabra «pasión» es apropiada para referirse a las emociones inferiores, no sólo porque existen en interdependencia con el dolor (pathos), sino también por su connotación de pasividad.   Puede decirse que estamos sujetos a ellas como agentes pasivos, más que como agentes libres, como decía Aristóteles al hablar sobre el comportamiento virtuoso,  y como dice la psicología moderna al referirse a la salud mental.

La degradación emocional se basa en una deformación cognitiva oculta (fijación), desde ahí,  las pasiones son  la esfera de los principales impulsos por motivación deficitaria que animan la psique. 

La pereza psicoespiritual,  representa la más básica de todas, siendo, como si dijéramos, el «Do» de las pasiones.  La inercia psicológica, como piedra angular de la neurosis,  evoca la teoría del aprendizaje, y propone a la neurosis como condicionamiento,  remitiendo a la visión freudiana de la misma como transformación de la ansiedad (miedo) de la infancia,   y a la visión existencial, que ve en la inautenticidad  (vanidad/engaño)  del ser y en la «mala fe» las bases de la patología.

Pero como, de todas maneras, debemos actuar en el mundo por más que lo temamos, nos sentimos impulsados a resolver esta contradicción actuando desde una personalidad falsa, en lugar de tener el coraje de ser quienes somos. Creamos entonces una máscara que interponemos entre nosotros y el mundo y con esta máscara nos identificamos.  Sin embargo, en la medida en que, actuando así, olvidamos quienes somos verdaderamente, perpetuamos el oscurecimiento óntico que, a su vez, mantiene el miedo,  y así sucesivamente, en un círculo vicioso.

No hay comentarios: